miércoles, 4 de marzo de 2015

Los espacios culturales hacen malabares para llegar a fin de mes



Por Kathrin Ecke

La venta de entradas y comida es la principal fuente de ingresos para estos lugares

Las lucecitas que cuelgan del techo e iluminan tenuemente los murales de las paredes visten el lugar. Como si no existiera el tiempo, los espectadores se acomodan en sillas de todo tipo, tamaño y color, dispuestas alrededor del escenario. El público con su actitud paciente forma parte del decorado de la obra que está por comenzar.



"Los espacios que buscan darle lugar a una estética independiente son cada vez más. Aunque no tenemos cifras exactas, existen más de 300 centros culturales en la ciudad de Buenos Aires", cuenta el fundador del club cultural Matienzo e integrante del Movimiento de Espacios Culturales y Artísticos (MECA), Claudio Gorenman.

La infinidad de estos espacios que albergan la movida cultural surgieron después de la tragedia de Cromagnon en 2006 y se mantuvieron luego del derrumbe del boliche Beara en 2010.

Si bien la Constitución de la ciudad de Buenos Aires garantiza en su artículo 32 la apertura y protección de espacios culturales, estos no tenían una ley que los amparara sino hasta fines del 2014. Recién el último 18 de diciembre, luego de los reclamos de Cultura Unida, una organización que agrupa a distintos movimientos del sector cultural, y el apoyo de 30.000 firmas, la Legislatura porteña aprobó, por unanimidad, una ley que crea la figura legal del centro cultural.

Sin embargo, todavía no entró en vigencia porque aún falta modificar el código de planeamiento urbano. Las características que más se destacan en el funcionamiento de los centros culturales son la informalidad y la improvisación. Es que los proyectos nacen sin un modelo económico. Se van armando sobre la marcha, adaptándose a la habilitación que tienen.

El Universal, por ejemplo, es un espacio cultural que nació hace poco más de un año y funciona con la habilitación de la ley de teatro independiente. El espacio, ubicado dentro de un pasaje, paga sus gastos con lo que recauda de la barra y el 20 % del valor de las entradas (el 80 % restante está destinado a los artistas).

"Con el fin de respetar la normativa de seguridad y evitar clausuras y multas innecesarias, que pueden ser muy costosas, restringimos nuestra capacidad a menos de 100 personas", cuenta Maia Loy, directora de programación de El Universal.

Cada centro cultural es un mundo. Los modelos de gestión se arman con la única pretensión de llegar a fin de mes.

El Emergente, un espacio cultural de Abasto, logró bajar sus gastos compartiendo el lugar con un club de abuelos que abre en el mismo lugar durante el día.

"Todos los costos que surgen de abrir el espacio, los cubrimos con el 100% de los ingresos del buffet y el 30% del precio de las entradas", cuenta Hugo Szmoisz, coordinador general de El Emergente. Ciudad Cultural Konex tiene una estructura completamente diferente. Tiene una habilitación para 2300 personas y muchísimos rubros. Sin embargo, sus ingresos principales también surgen de la venta de entrada y alimentos.

El 70% de sus ingresos proviene de la venta de tickets, el 20% de la de alimentos y bebidas, y otro 10% de sponsors, locaciones y producciones comerciales que se desarrollan en el lugar.

Andrés Ovsejevich, director ejecutivo del Konex, contó que hay eventos más rentables que otros. "Para nosotros lo central es siempre la identidad artística. Si el proyecto está en línea con nuestra estética tratamos de darle la vuelta a lo económico. Ajustamos el precio de las entradas y buscamos otras fuentes de financiamiento", explicó.

FINANCIAMIENTO ALTERNATIVO

La ley de mecenazgo, por ejemplo, permite a personas físicas y jurídicas presentar su proyecto artístico al Régimen de Promoción Cultural para que los contribuyentes puedan aportar a la propuesta artística, deduciéndolo del impuesto a los Ingresos Brutos que deben abonar.

Además, el gobierno de la ciudad ofrece tres tipos de subsidios para fomentar la creación, producción y desarrollo de proyectos artísticos. Sin embargo, los espacios culturales consultados consideraron que, por las exigencias burocráticas, es muy difícil acceder a los fondos.

Otra alternativa de financiación para los artistas o eventos culturales es la plataforma decrowfunding Ideame. La red conecta a emprendedores que necesitan dinero para financiar sus ideas, con colaboradores que aportan pequeñas sumas de dinero para ser parte de la iniciativa y recibir una recompensa a cambio.

Publicado en La Nación

No hay comentarios:

Publicar un comentario